Un brindis por Benjamín Fernández
Lo viejo de Donosti es lo que encuentro entre las playas de Gros y de La Concha, el txokito levantado por los primeros habitantes a resguardo del monte Urgull, casi una isla. Prefiero la arena a los adoquines, pero cuando estos están rodeados de una oferta gastronómica atravesada por palillos, es difícil resistirse. Me rasco el bolsillo y pido un rioja y una trainera, que es un pincho de jamón serrano, gamba y chipirón. Miro el reloj que hay sobre la barra y certifico las dos y media. Entonces, levanto mi copa y brindo en silencio por Benjamín Fernández. Hay pocos clientes en el bar. Llevo visera, cámara de fotos y tengo pinta de guiri. Pago y salgo a la calle, frente a las escalinatas de la iglesia de Santa María. Ya tenía pensado el ángulo, sólo me queda accionar el obturador.
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